Dentro de dos días es mi cumpleaños, cumplo la friolera de 38, pero la verdad, es que me siento más llena y feliz que en cualquier aniversario anterior, porqué tengo todo lo que quiero (una familia que me quiere, un marido que me adora, un trabajo que me encanta, unos amigos que son un tesoro, y un pequeñín creciendo en mi tripa).
Siempre había querido ser madre antes de los 38, pero las cosas pasan cuando pasan, no cuando las planificas… y ha pasado ahora, y no me arrepiento para nada… Aunque, si soy sincera, me da un poco de “cangueli” ser madre primeriza… a pesar que mi marido no deja de decirme que los 40 son los nuevos 30.
Así que aquí me tenéis, en la puerta de los 38, y con una tripita que cada día es más grande (el pequeño nacerá para mayo), y emocionándome cada vez que la barriga me pega un vuelco, porqué significa, que aquí dentro, hay vida.
Supongo que entrar en el mundo de la maternidad a los 38 tiene sus ventajas y sus desventajas. Por una parte, de lo que más orgullosa estoy es de haber disfrutado de seis años con Jordi sin niños, conociéndonos y haciendo muy fuerte la relación (porqué para ser padres, la pareja debe ser sólida, y mucho), viajando, haciendo de todo “sin responsabilidades” (de horarios, rutinas….), pensando solo el uno en el otro y en hacer lo que quisiéramos). Por otra parte, ser madre a los 38 también me ha hecho plantear dudas… pero la que más miedo me da es tener un hijo adolescente con 55 años cumplidos… Y pienso… “si yo ya sacaba de mis casillas a mi madre en la adolescencia, y ella tenía 45, ¿qué haré yo con 55, con un hijo rebelde, inseguro y buscando pelea continua?” Pues la verdad es que no sé lo que haré, pero pienso que ya se verá, que si vive en un hogar donde reinen unos valores coherentes y, sobretodo, el afecto… la cosa irá bien. Porqué de lo que estoy segura, es que cualquier nacimiento (o adopción o bienvenida de una pequeña cosita a la casa) es fuente de amor.
Por eso desaparecen todos mis miedos cuando lo noto aquí conmigo, delante del ordenador, entre sesión y sesión de la consulta. Soy consciente que habrán momentos duros, noches de no dormir (con lo que me encanta), tendré que reducir el deporte que hacía (por el momento, ya he dejado las carreras y los entrenos, y me conformo con caminar y nadar), que en decisiones, no nos pondremos de acuerdo con Jordi, que estaré cansada y tendré ojeras (suerte tendré de los consejillos de Mónica, para que no se noten), que probablemente, tengamos que cambiar de piso (porqué vivimos en un ático mini de dos habitaciones (que es superchulo, pero que es pequeño, pequeño), tendré que reducir las horas de trabajo que dedico a la consulta (no quiero trabajar cada día de diez a doce horas, como hasta ahora, y perdérmelo)… pero sé que va a compensar, sé que cada día me alegraré de esta decisión cuando vea su carita, cuando nos abracemos, y cuando me diga “mamá”.